El futuro está aquí y tiene tres años
Una reflexión sobre el impacto de la Inteligencia Artificial en la vida de los que hoy son niños
La Encarta
No había llegado el año 2000 y los servidores de todo el mundo todavía no se habían caído simultáneamente1 cuando en el colegio (algún curso tardío de primaria) nos pidieron hacer un pequeño trabajo sobre religiones politeístas.
Por aquel entonces acababa de llegar el primer ordenador a mi casa, un aparato del que no recuerdo ni marca, ni modelo, ni sistema operativo (¿qué era eso?), y se me ocurrió que quizá podía hacer el trabajo con la ayuda de un CD-ROM que había llegado junto al ordenador: la Encarta.
La Encarta (para los lectores más jóvenes, si los hubiere) era una de las primeras enciclopedias digitales a la que tuvimos acceso los de mi generación. Más tarde llegaría la Larousse 2000, una bicoca que vendedores ambulantes iban ofreciendo puerta por puerta haciendo sentir mal a padres y madres (mucho más a las madres) por no estar haciendo todo lo posible por potenciar la educación de sus hijos.
Al llegar a casa con aquellos deberes, pensé que una manera de hacer aquel trabajo podía ser imprimir la entrada de la enciclopedia que hablaba sobre los dioses griegos y llevarla al colegio. La entrada completa, quiero decir. No solo los dioses olímpicos: también los titanes, personificaciones, dioses menores, prácticamente la mitología entera. Y en mi casa nadie me lo impidió (siempre estaré eternamente agradecido por todas las cosas que mis padres no me impidieron hacer).
Así que cargamos la impresora con papel y aquello empezó a escupir páginas y páginas y más páginas. No sé cuántas serían al final, doscientas o trescientas. Lo que sé es que tuve que unirlas con la grapadora que tenía mi padre para tapizar sofás porque aquello era imposible de gestionar de otra forma.
Al día siguiente, orgulloso como el que más, llevé a clase mi trabajo en la mochila y lo entregué.
El profesor no supo comunicarme por qué aquello no era lo que se esperaba de mí, tal vez porque nunca se había encontrado en una tesitura como esa, pero ambos intuimos en aquel momento (primero él, después yo por su gesto) que aquello claramente estaba fuera de lugar.
La lección la aprendí, eso seguro. Si no, ¿por qué iba a estar recordando este episodio más de 25 años después? Una lección inesperada, pero valiosa como la que ofrecen casi todos los errores.
Salvando las distancias, por supuesto, pero algo así me imagino es lo que debe estar pasando hoy en día en las escuelas (pero a lo grande) con la aparición de la Inteligencia Artificial y los LLM: Ni los alumnos saben cómo sacarle el mejor partido, ni los profesores saben cómo evaluar el uso de estos sistemas, ni mucho menos saben (como es normal) educar en los infinitos usos de esta herramienta, obviamente muchísimo más potente y diferencial que lo que fue la Encarta o la Larousse en su momento.
Es más que sabido, pero la tecnología, espoleada por el capital, avanza a un ritmo muchísimo más rápido que lo que avanza la sociedad: Todavía no sabíamos usar la Encarta cuando llegó Google. No sabíamos gestionar el teléfono móvil cuando llegó WhatsApp. No sabíamos gestionar las amistades en Facebook cuando llegó Tinder. Y ahora no sabemos gestionar la Inteligencia Artificial Estrecha (ANI, por sus siglas en inglés) y pronto llegará la Inteligencia Artificial Generalista (AGI).
¡Qué va a ser de nosotros!
El futuro para un niño de tres años
Desde que soy padre, mi trabajo es imaginarme constantemente cómo será el futuro en el que vivirán mis hijos. El objetivo no es otro que el de intentar ayudarles a tomar las mejores decisiones en un camino lleno de dudas (o al menos a no ponérselo más difícil).
Seguramente el nivel de incertidumbre que se encontrarán los niños de hoy en día vaya a ser varias magnitudes superior al que teníamos los de mi generación en nuestro camino hasta la adultez. Y no me cabe duda que un gran catalizador de esta incertidumbre será la irrupción de la Inteligencia Artificial: los cambios a nivel social, educativo y laboral van a ser tremendos, y adaptarse a ellos va a ser una cuestión de vida o muerte (social, educativa y laboralmente hablando).
La inteligencia (¡ay!), esa característica tan aparentemente humana que nos diferenciaba claramente de las máquinas, ha empezado a no hacerlo, y en los próximos años ésta no hará otra cosa que trascender lo humano cada más y más rápido.
¿Qué vamos a hacer? ¿Buscaremos otra definición de inteligencia? ¿O quizá debamos buscar otra definición de lo humano?
Por mi parte, no visualizo otro escenario en el que en unos años las personas no formemos un tándem prácticamente inseparable con sistemas de Inteligencia Artificial, lo que significará que el acceso a determinados conocimientos y habilidades van a estar asignados a esa Inteligencia que nos acompaña y no a nosotros.
¿Qué valor puede tener en unos años saber programación básica? ¿Qué grado diferencial puede darle a alguien saber utilizar herramientas como el Excel o el Photoshop? ¿Estudiar química, estudiar biología, estudiar teleco? ¿Para qué y por qué exactamente? Peor aún, ¿qué sentido tendrá (si ni siquiera lo tiene hoy en día) que el acceso a determinadas profesiones como la de notario o la de profesor se realice mediante unos exámenes en las que la tarea sea redactar (¡o cantar!) temas estudiados de memoria. ¡Pero qué hay menos humano que eso! ¡Adiós oposiciones! (Spoiler: no)
¿Medicina? La labor del médico tendrá que ser cada vez menos la de diagnosticar y cada vez más la de intermediar entre su máquina y el resto de los humanos (o entre su máquina y la máquina de los demás): Comunicar será mucho más importante y humano que saber.
Y algo parecido pasará con los abogados, los asesores, los jueces, los notarios, los contables… lo que hoy en día les hace profesionales, mañana no lo hará en absoluto.
¿Y entonces?
¿Qué han de hacer mis hijos para convertirse en buenos profesionales, desarrollar alguna habilidad provechosa y tener un propósito, en definitiva, tener futuro?
Tener agencia
La acumulación de conocimientos no es humana, pero la acumulación de experiencias sí lo es. Y sin embargo, cada vez empezamos más y más tarde a acumular experiencias.
Si tuviera que elegir una cosa que fomentar en mis hijos de cara al futuro sin duda sería esa: fomentar en ellos la capacidad para actuar y tomar decisiones que les desvíen de un supuesto camino predeterminado, lo que se denomina tener agencia.
Esto es así, básicamente, porque considero que los caminos que tienen los niños definidos hoy en día desde que nacen hasta que se hacen adultos son excesivamente limitados, coercitivos y anuladores.
La estructura educativa moderna es una estafa (así lo viví yo, al menos, hasta que salí de la universidad) para ellos. Extiende a lo largo y a lo ancho la escolarización sin permitirles tener experiencias significativas fuera de un aula, reduciendo las posibilidades de que desarrollen agencia, creatividad y el dominio de alguna disciplina concreta (salvo casos excepcionales, por supuesto).
Hoy en día, los niños y adolescentes son mantenidos en una especie de hibernación, como en una moderna incubadora sin paredes, ocupados con tareas que rara vez tienen un impacto tangible en sus vidas. En mi opinión, esto los priva de oportunidades para aprender haciendo, retrasando su maduración y su capacidad de enfrentar la vida de una manera autónoma y completa.
Nota intermedia: Fernando Alonso fue de pequeño al mismo colegio que fui yo y los profesores nos contaban que apenas iba a clase, que siempre estaba de viaje. ¡Lo decían como algo malo! ¡De Fernando Alonso! ¡Pues claro! ¡Pero cómo alguien cuyo objetivo es ser uno de los mejores pilotos de la historia va a estar perdiendo el tiempo imprimiendo la Encarta!)
Todo esto, en tiempos de la Inteligencia Artificial, supone una barbaridad de lo más terrorífico: ¿cuántas horas, semanas, años en la escuela acumulan hoy en día los niños con el único objetivo de desarrollar destrezas y adquirir conocimientos con los que nunca van a superar a una Inteligencia Artificial y, mucho menos, a diferenciarse?
En definitiva, la estandarización de la educación impide a los niños salirse del guion, dejando muy poco espacio para la aventura, la exploración autodirigida y la experimentación. Para cometer errores, en definitiva, que es lo único que en un futuro cercano les va a diferenciar de las máquinas.
La acumulación de conocimientos no es humana, pero la acumulación de experiencias sí lo es, así como la capacidad de actuar sobre el mundo con un propósito. Sin una formación activa, los niños corren el riesgo no solo de caer en una pasividad crónica cuya inercia les arrastre a una vida miserable sin iniciativa propia, sino de convertirse totalmente en seres fungibles y perfectamente sustituibles por sistemas de Inteligencia Artificial.
Por suerte, hoy en día los padres disponemos de más recursos de aprendizaje que nunca, y nuestro papel es identificar y fomentar esas oportunidades de aprendizaje práctico en lugar de esperar que la educación formal lo haga.
No obstante, como todo, es mucho más fácil decirlo que hacerlo.
¿Por dónde empezar?
https://es.wikipedia.org/wiki/Problema_del_a%C3%B1o_2000